El chucho les llevó hasta allí. Ya había desenterrado cosas así en otras ocasiones, piedras con extraños trazos, y objetos brillantes que brillaban como si estuvieran mojados. Pero esta vez era todo un paraje lleno de objetos extraños, más altos que un hombre, algunos grandes como árboles, y todos llenos de aquellos trazos incomprensibles.
-Son como los dibujos que hacen los viejos en las cuevas- dijo la chica- Tal vez quieran también contar una historia.
-No sé, no lo creo - dijo él.- Mira, no se parecen a nada. Las historias sobre ciervos se cuentan haciendo rayas que se acaban pareciendo a un ciervo. Lo mismo con todo lo demás. Mira, un ciervo se hace así. Y ¿ves? esto es un caballo.
Se entretuvieron un buen rato dibujando con una rama tiznada sobre aquellos altorrelieves que no significaban nada para ellos. Ciervos, bisontes, peces, las mujeres del pueblo. Lo hacían bien; los dos eran muchachos muy inteligentes, los mejores que había encontrado el chucho hasta entonces.
un cambio social y económico que requiriera contabilidad de excedentes. Hasta ese momento, el chucho tendría que seguir su guarda unos milenios más. No mucho, al fin y al cabo, comparado con lo que había estado esperando, siempre con la paciencia infinita, con la fidelidad a toda prueba, de un buen perro que cuida el sueño de su amo y aguarda su regreso.
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