Ilustración de Eric Drooker.

Los juguetes industriales son anodinos, impersonales. Cuánta mas solera tienen los artesanos.
Pero no siempre su seguridad está tan cuidadosamente diseñada.
Quién les iba a decir a aquellos ilusionados padres que cuando trajeron de un mercadillo aquel hermoso móvil para la cuna de su bebé, un hermosoventramado giratorio y destellante, festoneado de nubes de madera serrada, estrellas de latón y aguzadas lentejuelas de vidrio, que el enganche del techo cedería, que a su bebé aquel cielo artificial se le caería encima con la crueldad de un apocalipsis, que no lo podrían desclavar de su rostro sin dejar ensartados en las estrellas de latón ensangrentado los tiernos ojos del pequeño, como planetas arrancados de sus órbitas.
Pero no siempre su seguridad está tan cuidadosamente diseñada.
Quién les iba a decir a aquellos ilusionados padres que cuando trajeron de un mercadillo aquel hermoso móvil para la cuna de su bebé, un hermosoventramado giratorio y destellante, festoneado de nubes de madera serrada, estrellas de latón y aguzadas lentejuelas de vidrio, que el enganche del techo cedería, que a su bebé aquel cielo artificial se le caería encima con la crueldad de un apocalipsis, que no lo podrían desclavar de su rostro sin dejar ensartados en las estrellas de latón ensangrentado los tiernos ojos del pequeño, como planetas arrancados de sus órbitas.
Un necesario contrapunto humorístico en Hombrecillos verdes.
Etiquetas: Miedos