Tengo sobrepeso de penas y alegrías. Mira mis carnes: la corteza quemada, ennegrecida en la constante brasa, cobija un interior que se mantiene tierno y delicado; todo lo baño de abundante salsa agridulce, y acompaño cada bocado de largos tragos de bebidas refrescantes pero amargas, cuyo exceso hace reir y llorar, hace cantar en voz alta y soñar en silencio.
Cuando acabe el banquete me he de quedar, porque es inevitable, flaco poco a poco hasta los huesos, y me tenderé a echar la larga siesta en la penumbra. Entre tanto, como y bebo, río y lloro, hablo cuando me place, y, a veces, medito silencioso levantando mis ojos del fondo de este vaso. Y brindo, ahora y siempre, con el néctar amargo y refrescante que es mi libar de cada día: por todos vosotros, por los que levantan conmigo su copa, por los que la levantaron, por los que algún día harán en esta mesa de todos un festín y probarán manjares que no puedo imaginar, mas que no envidio.
Y cuando brindo por los que vendrán, ruego en mi interior que me perdonen por dejarles esta mesa tan desordenada; claro que no estaba mucho mejor cuando me uní a la fiesta.
Por todos ellos, por vosotros ¡Salud!
Etiquetas: Trasuntos
0 Responses to “El Banquete.”