El nuevo emperador entró a su Corte inesperadamente, y con nada dispuesto. Con prisa, se arreglaron sus estancias, y se repartieron los cargos libres que su guardia pretoriana probada en mil batallas no fue numerosa para ocupar, o despreció.
El de bufón no estaba vacante, que al emperador ya le servía una cuadrilla de titiriteros de lealtad probada, que aparentaban ser unos muñequitos infantiles y degeneraban en turba de palizas y puñales cuando se les requería.
¿Qué hacer entonces con el antiguo bufón de corte, no menos experto que los anteriores en trabajos de puñal y fontanería? Tal vez fuera útil. Póngasele de zapatero, que nos amenize con la incertidumbre de si en los nuevos zapatos que al emperador le calce no va escondida una tachuela envenenada.
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Vengo leyendo algunas cosas suyas, es un placer, y felicitarlo, mata el tedio de forma inteligente. gracias por ello Gustavo A. Antezana euxeme@gmail.com