Terra Incognita

Una blog de creación literaria, sesgada hacia la Fantasía © Ignacio Egea Rodríguez 2.004


La Esfinge.

Escultura en madera de Katsura Funakoshi

Sus ojos eran duros, fríos, igual que su cara terrosa y arrugada. No desvió su mirada hacia mí cuando inicié mi confesión.

-He pecado, padre. Por medios arcanos, prohibidos por Dios y la naturaleza, me hice con un poder ilimitado.

Sin asentir ni negar, siguió mirando al infinito.

-Me convertí en un superhombre, en un semidiós. No, en un Dios.

Y sigo siéndolo. Podría hacerle hablar con sólo desearlo. Tal vez lo sabe; aún así, prosigue en su silencio testarudo.

-Fui el tirano y devorador del mundo. Sometí a todos a mis deseos más crueles.

Silencio y la mirada perdida.

-Maté, torturé, destruí el mundo. Lo rehice, y lo volví a destruir. Maté a quienes quise, no una, sino diez mil veces. Ninguna invención sádica que el ingenio humano plasmó alguna vez quedó sin probar.

No contesta.

-Me cansé y quise jugar a buen Dios. No soportaba que mis criaturas tuvieran sus propios designios, y las aniquilé. Y las creaciones donde no caía una hoja sin mi voluntad me resultaron juguetes estúpidos, aburridos; también fueron abandonadas.

Su rostro severo no se digna alterarse. No me teme; yo a él sí. Su silencio lo protege el único atisbo de miedo que aún le queda al emperador absoluto del Universo.

-Todo lo veo, y vi que estaba solo. Recreé a todos los seres que una vez creí haber amado. Tal como eran, tal como me gustaría que hubieran sido, con un millón de pequeñas variaciones. A la larga (y he tenido toda la eternidad), seguí igual de solo e infeliz, no era lo que necesitaba.

-"Todo lo puedo, todo lo sé. Pero no puedo incrementar mi conocimiento ni mi saber. Lo único que no puedo hacer es crear un ser superior a mí, que me proteja, que me juzgue, que me castigue, que me acoja. Y necesito uno tan desesperadamente.

-"Y entonces te recordé, ese recuerdo casi perdido de mi infancia, de cuando acompañaba a mi padre a la gasolinera, y él entraba en aquel local a tomarse unas cervezas y me dejaba por allí afuera, y me prohibía que entrara. Y tú estabas en la puerta, con tu fea y seria cara de madera, y me parecía creer que si obedecía a mi padre y no intentaba entrar en aquel mundo misterioso de cerveza fría, de música alta y de mujeres que fumaban, no era por miedo a él, aunque me pegaba, sino por miedo a ti, y a tu misterio inmóvil.

-"Tú guardabas la puerta de todos los secretos del mundo; un indio de madera que anunciaba cigarros que sólo podían comprar los mayores. Cuando padre se fue y no volvió nunca, las primeras veces que pasaba delante tuya me preguntaba si él estaría dentro, y si tú me dejarías pasar. O a dónde habría ido, y si tú podrías decírmelo. Nunca me lo dijiste, como me quedé sin saber tantas cosas, y al final te acabé enterrando entre las otras penas olvidadas.

-"Y ahora estamos sólo tú y yo en este mundo desolado. La única figura a la que temo, una que no teme ni al mismo Dios, a la que no puedo sobornar ni amedrentar. Una estatua silenciosa a la que pido perdón, de la que espero una respuesta, que me hace compañía, a la que he hecho mi confidente. No sé por qué hago esto, pero sin duda es porque así lo quiero.

-"La parte de mí que no conozco también lo puede todo. Durante todo el tiempo que haga falta te hablaré y te confesaré mi crimen. Tengo todo el tiempo, aprenderé a tener paciencia. Mejoraré, me endureceré en el proceso. No sé con certeza si alguna vez romperás tu silencio, si tus ojos de madera polvorienta que miran hacia un lugar al que no puedo ir volverán alguna vez su vista a mi cara.

-"Si algún día hablas, no sé qué me dirás. Pero si sé que en ese momento tendré una señal de que el único Dios que existe, que soy yo, me ha perdonado.

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