Terra Incognita

Una blog de creación literaria, sesgada hacia la Fantasía © Ignacio Egea Rodríguez 2.004



Tal como fue relatada por el abad Francesco Lana, que pidió la presencia de Fray Guillermo en la abadía que regentaba, para que le asistiera en un asunto muy delicado que los profanos tacharon de maravilloso. Este abad fue luego mencionado en las crónicas por sus proyectos posteriores de una nave volante más ligera que el aire consistente en un armazón unido a cuatro esferas de cobre en las que se hubiera hecho el vacío.



Introducción:

Este texto, escrito en un pergamino hallado en el interior de un ánfora sellada con cera en el curso de unas excavaciones arqueológicas que tuvieron lugar en las catacumbas de Venecia con motivo del rodaje de Indiana Jones, ha sido traducido del toscano medieval y del latín eclesiástico por el insigne finólogo I. Egea. Las continuas citas en latín sin venir a cuento han sido directamente eliminadas, lo que ha permitido una reducción de la extensión primitiva del texto sin perjuicio de la comprensión. El manuscrito original tenía 585 páginas.

Comienzo del manuscrito:

-Empezamos por un hecho evidente: todas las cosas tienden a caer hacia abajo.

-Evidente pero engañoso, fray Guillermo. El humo tiende a subir, los cuerpos celestes giran eternamente en sus órbitas sin caer a la tierra. Vos sabéis tan bien como yo que la solución a esto, como a todo, ya la dieron los griegos.

-Sí, la gravitas specifica: que el caer consiste en que cada cosa dejada a su libertad tiende a dirigirse hacia el lugar que es propio de su especie: el lugar esencial del humo son los altos aires, el de las cosas terrenas la tierra, los de los cuerpos celestes, sus propios orbes cristalinos. No es doctrina de la iglesia propiamente, pero ningún fraile se ha visto en apuros por seguir a Aristóteles. Siendo ése el problema, no entiendo por qué mi presencia aquí era necesaria, abad Lana.

-Primero, por los rumores sobre magia y herejía que han propalado los legos que no han comprendido las alusiones que el sujeto hizo a máquinas volantes; pero sobre todo, porque lo que invoca no es propiamente la autoridad del Filósofo, sino sólo la suya. Y ése es el gran problema. Si alguien te malinterpreta y te llama hereje o brujo, y tú puedes responderle que ya lo dijo Aristóteles, aquí paz y después gloria, y vasta es la sabiduría de los antiguos. Pero si tienes que admitir que lo que otros han interpretado por herejía, aunque sea mal, es obra de tu mente, puedes tener serias complicaciones en tu defensa, aunque seas puro como un pichón.

-Sí, por desgracia es cierto. Pero antes de entrevistarme con él, me gustaría que vos me resumiérais sus teorías.

-Tienen cierta relación con la gravitas specifica que hemos comentado, pero de una forma demasiado endeble. Veréis, lo basa en una serie de observaciones que él mismo ha realizado.

-Peligroso será que diga eso en su juicio, si ese día llega. Continuad.

-Afirma que la única explicación que tiene el hecho de que un trompo no se caiga cuando gira es que los objetos en rotación, aunque sean terrenos, tienen, mientras giran, un lugar esencial diferente a donde caer que no es el centro de la Tierra.

-Sólo por eso, por decir que la Tierra tiene un centro, y por ende, es esférica, el populacho ya lo tomaría por brujo, aunque vos y yo sepamos que es verdad legada por los griegos. ¿Y qué lugar específico tendrían los objetos rotantes?

-Tenderían, según él, a mantenerse girando siempre en el plano en el que principiaron a rotar. Más allá de eso, sostiene que esa propiedad puede utilizarse para que un cuerpo terrenal pueda elevarse por los aires prendido a una serie de estos trompos y alcanzar de esta forma las esferas celestes. Y ahí colisiona gravemente con los griegos, que ya dijo el de Siracusa que hasta los mundos podían moverse si se disponía de un punto de apoyo que Fray Collino desdeña.

-No sería advertido por el Santo Oficio si sus trompos sólo los arrojara contra Arquímedes: nada más despertaría risas. Hay en esas ideas un profundo error oculto, mucho más grave que el que vos acertadamente captáis. Para que ese principium girotrompicum pudiera explicar el equilibrio de los trompos cuando giran sobre el suelo, dado que la superficie de la Tierra es redonda y no plana, no bastaría con un plano lugar común de gravitas para todos ellos, que eso siempre se podría aducir que los griegos lo dijeron y se nos había pasado por alto: cada trompo tendría su plano propio, en un potencial número infinito. Y dado que los planos ideales son infinitos de extensión también, todo el cosmos sería un punto posible donde hacer girar esos juguetes: desde la esfera de las estrellas fijas hasta el círculo Malebolge del infierno donde penan los adivinos y los magos. ¿Captáis la gravedad de esta idea?

-Ahora que vos la señaláis, sí. Según eso, y tiemblo con sólo decirlo, las leyes de la Naturaleza serían iguales en todas las partes del Cosmos. No habría un punto privilegiado, ni una diferencia esencial entre el Cielo y la Tierra. Esto es muy grave, porque no sólo colisiona con Aristóteles, sino que ofende gravemente el dogma de la Santa Madre Iglesia. Pobre Fray Collino, en lo que se ha metido. ¡Y yo que os llamé para que le escuchárais, porque creí que darle una oportunidad de explicarse delante de un hombre de vuestra inteligencia le pondría a salvo de las acusaciones del vulgo! Un desarrollo razonado de sus ideas ante un público docto le traerá la ruina tan seguro como si entre los cachivaches de su celda con los que experimenta hubieran encontrado una cabeza de Bafomet. ¿Qué podemos hacer, Fray Guillermo? Apelo a vuestra bondad, y a vuestra claridad de ideas.

-Podéis estar tranquilo, amigo Lana, que pase lo que pase, no será peor que si os hubiérais abstenido de llamarme. Lo mejor para él será dejarlo por un loco, por un necio apresurado, o si queréis por un hombre que ha perdido temporalmente el juicio por el mucho ayuno y trabajo. Con el apoyo de mi dictamen preliminar, lo recluiremos por un tiempo prudencial para que se reponga de lo que desde ahora llamaremos "su dolencia". Que vuestra autoridad de abad y la del médico le impongan silencio y le prohiban discursos y empírismos en adelante. Aunque sin duda, eso lo habréis hecho ya.

-Ay, no, válgame el cielo. Comprended mi situación. Yo pensaba que Fray Collino no sostenía nada herético, y que incluso de alguna forma podría armonizarse con la doctrina, para lo que contaba con vuestra agudeza. Así que no le prohibí, sino que le ordené, que pergeñara esa máquina volante de trompos que era la aplicación última de sus ideas. Ha fracasado hasta el momento en hacerla volar, y le dije claramente que su última oportunidad era hoy, fecha de vuestra llegada, para haceros a vos una demostración; para animarlo a que fuera diligente, le amenacé con toda suerte de castigos por parte de la Inquisición si no podía sosteer sus palabras con hechos. Desde la hora prima lleva encerrado en su celda laborando en ello. Encomendé a vuestro discípulo, el joven Watso de Milk, que vigilara sus quehaceres por la portilla de la celda cada cierto tiempo, y nos avisara si algo sucedía.

-Precisamente viene por ahí Watso como si lo persiguiera el diablo y con grandes muestras de agitación. Temo que nuestro paciente haya tenido éxito en su encargo, lo que no puede ser de ninguna manera, y, recordad, cosa que vos y yo siempre negaremos haber visto. Watso, Watso. No intentes hablar hasta que hayas respirado. Así está bien. Ahora habla, dinos qué te trae tan demudado. Y, como te he enseñado, comienza por el principio.

-¡Fray Guillermo, es un milagro! ¡Un milagro!

-Tate ¿ése es el principio?

-Perdonadme. Recomienzo. Fray Guillermo, señor abad, como me dijísteis, he abierto el ventanuco de la celda cada cierto tiempo. De nona a vísperas estuvo ocupado en ensamblar piezas de madera con cuerdas y otras cosas; yo lo observaba cada cierto tiempo. Volví de la cena hace poco y procedí a abrir el ventanuco: esta vez, en la penumbra de la celda se le veía claramente plantado en mitad de la estancia en actitud estática. La parte inferior era la mejor iluminada por la luz que se filtraba bajo la puerta; de ese modo pude ver que sus pies están separados del suelo al menos tres palmos, y a esa altura lo he dejado cuando he corrido a avisaros. Un milagro, sin duda.

-No, joven Watso- dijo suavemente el abad Lana- sino un hecho natural que debemos estudiar cuidadosamente a fin de poderlo armonizar con la doctrina. Y si no podemos, deberemos ocultarlo, en bien de los fieles. Entretanto, te conmino a que no hables a nadie de este asunto, joven padawan, perdón, que me he liado, joven novicio.

-La cosa puede no ser lo que parece- interrumpió Guillermo de Baskerville, con expresión sombría- Watso, me has dicho que la celda estaba mal iluminada.

-Sí, Fray Guillermo. Pero la luz alcanzaba a iluminar sus pies, que estaban claramente levantados del suelo, como ya os he dicho.

-¿Y esa luz iluminaba también un taburete, o un banco, tumbado en el suelo cerca de esos pies volantes? ¿Te fijaste en eso?

-¡Sí! ¡ahora que lo decís, había una banqueta en la postura que decís! ¿Cómo habéis podido saberlo? Sois asombroso...

-Ay, ay, - exclamó Guillermo de Baskerville, y salió corriendo hacia el interior de la abadía, seguido de cerca por abad y novicio, que le siguieron atentos a sus palabras- la navaja, la navaja, rápido, Watso.

-¿Con la navaja os referís a que este hecho maravilloso tiene una explicación más simple, que por su simplicidad es más probable que sea la verdadera, fray Guillermo?- le preguntó el culto abad.

-También es cierto lo que decís, padre, pero sobre todo, le estoy pidiendo a este joven que me dé el cuchillo barbero que siempre lleva consigo bien afilado, y con el que se deja la tonsura con esa media melena tan graciosa. Ojalá me equivoque, pero opino que la necesitaremos.

Abrieron la puerta de la celda a toda prisa. Una figura quieta seguía flotando entre la penumbra de las bóvedas, sus pies a dos palmos del suelo. Guillermo se acercó y lo estudió tristemente.

- Lo más cruel de todo es que si hubieras sido un poco menos discreto, querido Watso, y hubieras irrumpido en la celda al ver esa "maravilla", tal vez hubieramos podido salvar la vida del pobre insensato. No se te puede culpar, porque fuiste obediente. ¿No os habéis percatado aún de lo ocurrido? Las severas amenazas de que debía fabricar una máquina voladora útil, los fracasos continuos, la cercanía del inquisidor; la banqueta, los aparejos de madera y cuerda, los pies separados del suelo. El pobre ha sido víctima de la desesperación y se ha ahorcado, Dios se apiade de su alma. Watso, por favor, mientras lo sujeto por las piernas, súbete a la banqueta y córtale la soga.

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2 Responses to “El milagro de Fray Collino, el monje volador. Una historia de Fray Guillermo de Baskerville, cuando era aún inquisidor en Aviñón.”

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