Era la primera noche realmente clara de la primavera. Subí a ver las estrellas, que brillaban como recién puestas en un cielo maravillosamente limpio; Marte estaba allí, y una vez más me acordé de Laïa.
Laïa es mi amiga imaginaria de Marte; la inventé de niño, y retomamos contacto de vez en cuando. En una época nos escribíamos largas cartas describiéndonos el idioma y las costumbres de nuestros mundos, que no eran exactamente la Tierra y Marte, porque los dos éramos unos solitarios. Suponía que todas aquellas parrafadas podrían serle útiles, si al final cumplía su objetivo de venir como estudiante de intercambio.
Hubo, como pasa con la amistad verdadera, largos periodos de silencio, que no amenazaban nuestra relación, sino la enriquecían, porque una vez terminaban nos redescubríamos, y yo veía en ella algo diferente, en lo que no había pensado antes, y al mismo tiempo sabía que también yo había cambiado, que en mí bullían mil cosas nuevas que ofrecerle.
Hacía tanto tiempo que no pensaba en ella; tal vez el periodo de silencio más largo de mi vida. Pero aquella noche la sentía particularmente cerca de mí, y miré el fulgor de Marte a medianoche y me dio por pensar que sus hermosos ojos que nunca había visto miraban, también a medianoche, el azul de la Tierra y su mirada se cruzaba con la mía a través de cien millones de kilómetros de oscuridad tachonada de estrellas.
Entonces recordé que a esa hora era imposible que alguien en el hemisferio nocturno de Marte pudiera ver la Tierra: las posiciones orbitales no lo permitían, y una vez más Laïa se desvaneció de mi mente, con mayor brusquedad que nunca antes, quien sabe si esta vez para siempre.
Y en este relato descansa todo lo que fue, al menos todo lo que de ella puedo recordar, porque todas las ilusiones de que estaba hecha se alejan de mi memoria de una manera tan definitiva que ni siquiera estoy seguro de su nombre, y lo sustituyo por uno inventado ex profeso, y ya me quedan dudas de si a la verdadera Laïa la inventé y soñé con ella alguna vez, o si incluso ese recuerdo es falso, parte de una ficción inventada por completo en este momento, un sueño en el que estoy soñando que hace mucho tiempo soñé con ella.
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