Ilustración de Ilene Astrahan
Me temo que nadie más lo sabe. Tal vez mis particulares dotes de observación me hacen único, el caso es que al final me he dado cuenta. Está ahí, en cualquier lugar, nunca muy lejos. Llevo tiempo estudiándolo; en la cafetería, hace como que come, pero no come. Está también en la biblioteca: hace ver que lee, pero no lee. Me sigue por la calle; hace ver que usa el móvil, pero no es cierto.
Le he preguntado, interpelado varias veces. Cada vez que lo hago, me alejo de él tranquilo y satisfecho, creyendo recordar que me ha contestado, que he hablado con él, que no hay nada raro; pero nunca recuerdo sus palabras, porque, realmente, no hablado. Tal vez no pueda, tal vez habitualmente no lo necesite. Es, sin duda, mucho más inteligente que nosotros, pero su disfraz no es perfecto, no puede evitar que yo lo encuentre extraño.
Y lo gracioso es que, de tanto verlo, y cruzarme con él, sin que nunca pase nada alarmante, ya empieza a parecerme familiar, ya no me inquieta. A veces, distraído, lo saludo.
Dian Fossey imitaba a sus sujetos de estudio, masticaba las hojas, emitía sonidos tranquilizadores; quería que se acostumbraran a su presencia, que la consideraran de su especie, para llevar a cabo con más eficacia su trabajo.
No me contestará, o no recordaré respuesta, pero algún día no podré contenerme, y le diré:
¿Por qué me sigues?
Le he preguntado, interpelado varias veces. Cada vez que lo hago, me alejo de él tranquilo y satisfecho, creyendo recordar que me ha contestado, que he hablado con él, que no hay nada raro; pero nunca recuerdo sus palabras, porque, realmente, no hablado. Tal vez no pueda, tal vez habitualmente no lo necesite. Es, sin duda, mucho más inteligente que nosotros, pero su disfraz no es perfecto, no puede evitar que yo lo encuentre extraño.
Y lo gracioso es que, de tanto verlo, y cruzarme con él, sin que nunca pase nada alarmante, ya empieza a parecerme familiar, ya no me inquieta. A veces, distraído, lo saludo.
Dian Fossey imitaba a sus sujetos de estudio, masticaba las hojas, emitía sonidos tranquilizadores; quería que se acostumbraran a su presencia, que la consideraran de su especie, para llevar a cabo con más eficacia su trabajo.
No me contestará, o no recordaré respuesta, pero algún día no podré contenerme, y le diré:
¿Por qué me sigues?
¿Por qué nos observas?
Etiquetas: Espejos
Será que quiere entendernos?? Mira que si es eso va perdido... los humanos somos altamente incomprensibles, con mucho marañas de pensamientos cambiantes, como el dia y la noche! Asi de rapido a veces. Saludos!